sábado, 25 de mayo de 2013

Resumen del mes


Llevo mucho tiempo sin actualizar esto, tratando de poner en orden mi cabeza, porque incluso ahora todo sigue siendo un torbellino de emociones y pensamientos para mí.

En los centros jóvenes la cosa se ha asentado ya, tanto con los trabajadores como con las chicas y los chicos. Ahora estoy preparando algunas actividades para hacer esta semana con ellos, porque es la Semana de la Juventud y mi labor aquí consiste en esto: en organizar actividades. Y es especialmente en este punto en el que he estado reflexionando mucho últimamente: cuesta bastante encontrar apoyo entre los trabajadores para sacar adelante las actividades que propongo. Y es frustrante.

Los chavales no es que tengan mucha iniciativa, sinceramente, pero lo puedo entender: no muestran especial entusiasmo por nada por la sencilla razón de que, si lo hicieran, destacarían y eso les da pavor. Ya madurarán y se darán cuenta de que no deben dejarse someter tanto a la presión de grupo. Pero lo que no comprendo es que los propios Youth Leaders no quieran ayudarme a la hora de sacar adelante las actividades que propongo. Se limitan a asentir cuando les expongo mis ideas, pero no me facilitan los medios y eso es algo a lo que no tengo acceso tanto como querría simplemente por la barrera del idioma.

No es que me pongan trabas, no. Es que sencillamente les da igual si lo hago o no. Y yo no comprendo esa mecánica de trabajo. Para mí ser un Youth Leader no consiste (y no debería consistir) simplemente en estar ahí para los jóvenes si lo necesitan. Está muy bien que ejerzan de educadores en el aspecto social, pero creo que a una persona no se la educa sólo a base de consejos y de normas, sino a base de experiencias y, si no vamos a trabajar en equipo para hacerles vivir ese tipo de experiencias que pueden ser buenas para su educación, no podremos nunca sentirnos a gusto trabajando. Primero, porque yo siempre me voy a sentir frustrada (y recordemos que los voluntarios estamos aquí para todo lo contrario). Y segundo, porque ellos se van a sentir incómodos trabajando con alguien que siempre está "incordiando" con cosas para hacer como si ellos no tuviesen ya bastante encima. O al menos así es como me estoy sintiendo últimamente en mi lugar de trabajo. Y no me gusta.

Y, como no me gusta, se lo voy a hacer saber, porque no voy a consentir que esta dinámica de trabajo continúe mientras yo esté aquí. No al menos conmigo. A mí me encanta pasar tiempo con las chicas y los chicos, pero no quiero que mi estancia aquí se limite a eso, porque no me siento útil, francamente. Está muy bien eso de ayudarles a mejorar sus notas en inglés porque están practicando. Está muy bien que confíen en mí y poder darles algún consejo; pero, la verdad, para eso tengo ya a mi hermana pequeña. Sé que puedo hacer mucho más y que puedo resultar de mucha más utilidad que todo eso.

El día 31 de este mes tenemos una reunión para hacer una evaluación de este primer periodo del EVS y les voy a hacer saber mi opinión acerca de lo que estoy haciendo y lo que estoy sintiendo. Yo aquí no soy una trabajadora más: ni tengo sus estudios ni me pagan como a ellos, por lo tanto, no voy a ejercer su trabajo. Mi función aquí es diferente, pero necesito su apoyo. Yo sola no puedo, porque no puedo estar, hablando en plata, como una mosca cojonera detrás de los que se supone que son mis tutores o mis apoyos aquí. Más que nada porque lo he hecho y no ha servido para nada. Está claro que algo está fallando en la comunicación. Incluso hemos estado esperando tres meses para empezar con las clases de finés, cuando se suponía que eso iba a ser algo con lo que íbamos a empezar nada más llegar. Y, la verdad, si yo estoy cumpliendo con mi parte del trato, espero recibir lo mismo del otro lado. Es más, hace algo más de un mes, algunos de los Youth Leaders que conozco estuvieron en un curso de formación sobre el EVS en el que, supuestamente, aprendieron un montón y les ayudó a la ahora de tener ideas respecto a los voluntarios. ¿Sí? Pues todavía estoy esperando a que las compartan conmigo. Y se lo he dicho ya unas cuantas veces. De verdad que muchas veces es desesperante la pasividad de la gente...

En cualquier caso, aunque todo lo que he puesto aquí ahora no sea positivo (no todo podía ser de color rosa siempre), sigo estando muy feliz y sé que, si quiero, puedo hacer que las cosas cambien. Eso sí, la primera que tiene que querer y tiene que tomar la iniciativa soy yo.

Por otro lado, ahora mismo sólo estoy yendo a trabajar a Monari y a Verkko, ya no voy a Voisalmi porque en verano cierra, lo que me ha dado cierta tranquilidad, porque ya no ando de un sitio a otro todos los días.

Y respecto a mi vida social, bueno, además de las salidas nocturnas y los nuevos amigos, que dan para mil historias, hay algo que quiero destacar: hace unas tres semanas conocí, gracias a Sirpa, a una mujer finlandesa que quiere aprender español, Helena. Tiene 67 años, está jubilada y estuvo ejerciendo como médico en la ciudad. Pasa los otoños y los inviernos en las Islas Canarias desde hace dos años por temas de salud y, cuando viene a Finlandia en primavera/verano, la verdad es que no tiene mucho que hacer, así que se le ocurrió, al vernos a Dani y a mí en el periódico, que podría recibir unas clases de español. Y en ello estamos.

La verdad es que estoy encantada, no sólo porque tiene una energía admirable teniendo en cuenta su edad (estoy acostumbrada a ver a jóvenes más pasivos que un perezoso, así que lo suyo es algo que me sorprende), sino porque es alguien de quien estoy aprendiendo un montón. Me encanta que comparta conmigo las experiencias por las que ha pasado a lo largo de su vida. Y, además, al no haber tenido abuelos, nunca he tenido esa figura intermedia entre el amigo y el padre o la madre y, la verdad, ha sido algo que siempre había querido tener y que aquí he encontrado. Así que aquí tengo otra nueva motivación.

Os pondré al día de nuevo pronto.

¡Saludos!

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